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Maxi completando, por tercera vez, los 101 Peregrinos de Ponferrada

Por Maximino Lagares Carro, tres veces «finisher» en los 101 Peregrinos:

Es la tercera vez, y cada año se repite la misma imagen… mi llegada a Ponferrada al anochecer, con las cumbres de los montes Aquilianos al fondo, moteados por el blanco de la nieve. Es el día previo y mi llegada se resume recogida del dorsal, vuelta por la pequeña “feria del corredor”, revisión de mi equipo, ligera cena y a dormir en el gimnasio del pabellón que la organización tiene habilitado a los participantes.

La noche, como todas las previas, no consigo coger el sueño, por encima el talón de Aquiles vuelve a molestar. Demasiados entrenos y todo se acaba pagando, pero… a falta de tres semanas… ¡Vaya fastidio! Doy vueltas de un lado para otro, procurando acomodar el pie lo mejor que puedo. Dos semanas con el fisio, sin poder trotar, cuidando y mimando el talón, para que esté dando la lata la última noche -Ya sabía yo que al final se iba a torcer la cosa. ¡Buff! No doy dormido ¿Qué hora será? Creo que pasa de las once. Dos horas dando vueltas y sin poder dormir.- Al final consigo conciliar el sueño, pero por pocas horas.

A las 5 me vuelvo a desvelar, me queda poco más de una hora y media para seguir durmiendo, vuelvo a dar vueltas, y “Morfeo” se ha vuelto a escapar de mi lado. Otras vueltas más y sigo sin poder coger el sueño, observo a mi alrededor y observo que unos pocos comienzan a moverse y a levantarse. “No soy el único”. Así que, quiera o no, el día ha llegado. Me levanto, compruebo que el talón sigue protestando al pisar, me ducho y empiezo a vestirme y prepararme con mucha calma. Tengo varias horas hasta la salida.

La salida es a las 8:30 de la mañana desde la pista de atletismo Colomán Trabado, al lado del pabellón donde pernoctamos. Han sido muy rigurosos con el horario -A las 8:15 se cierra el acceso a las pistas y el que no esté dentro no participa-. Más de dos mil quinientas bicicletas, unos quinientos corredores, tanto para la distancia de 48 kms. como para los 101 kms. Colocación por cajones según los tiempos estimados de finalización, los de a pie en el último, a las 9:00 horas darán nuestra salida.

Me encuentro con Magono y Guti, este último me comenta que Ricardo el “Uruguasho” también estaba por ahí. Vamos encontrando a más conocidos, saludando, conversando y riendo nerviosos. Llegaba el momento. En la salida formamos un grupo de cinco corredores, Magono, Guti, Ricardo, Nando con su cuñado, y servidor. Como ha sido siempre costumbre del “Uruguasho” nos posicionamos en último lugar y salimos andando, llevando detrás nuestro solo el coche de la policía municipal, cerrando la prueba.

Yo hasta que no vea el primer viñedo, no corro – decía Ricardo, mientras cruzábamos Ponferrada ante los ánimos de los viandantes más madrugadores que nos íbamos encontrando. Magono avanza unos pasos por delante nuestra, gira la cabeza y nos mira con cara picarona, tras lo cual empieza a trotar hasta perderlo de vista entre los corredores. El tenía su propio plan, no lo volveríamos a ver, pero luego supimos que llegó y con muy buena marca.

El resto seguimos charlando y riendo, despreocupados de cualquier prueba, como si eso no fuese con nosotros. Así subimos Pajariel y llegamos a nuestro primer punto de Avituallamiento, Toral de Merayo. Allí perdimos de vista a Nando y su cuñado. Luego nos enteramos de que no acabaron. Proseguimos, Ricardo, Guti y yo, andando hasta pasar Villalibre y allí vimos el primer viñedo, mejor dicho, una subida entre viñedos.

¿Corremos ahora? – pregunta Guti.

No, en la primera bajada – fue la respuesta de Ricardo. Y en la primera bajada comenzamos a trotar, casi 10 kms después de la salida.

Empezamos a adelantar gente y Ricardo se giraba a cada poco -¡Ves! Ahora es cuando los adelantamos. Lo que te dije. No quedamos entre los últimos- El talón de Aquiles, en algún momento dejó de dolerme, pero no sabría decir cuando. Pero llegaría el momento en que reclamaría su atención.

Pasamos Santalla del Bierzo y Borrenes bajo el aplauso y el ánimo de sus gentes. En algún punto Guti, tuvo que parar -Seguid, ya os alcanzo-. “Enseguida nos alcanza”, pensé. Lo cierto es que tardaríamos bastante en volver a estar juntos. Seguimos Ricardo y yo.

Cerca de Las Médulas, kilometro treinta y poco, en uno de los avituallamientos, Ricardo decide descansar un poco y yo prosigo, ya que empiezo a notar que el talón palpita y que si paro, me costaría arrancar, así que le digo que seguiría con ritmo tranquilo y que ya me cogería más adelante. Pocos kilómetros después, Ricardo me da alcance, pero yo ya no soy quien de seguir su ritmo, el terreno ya no es tan estable y eso hace que a cada pisada me proteste el talón. Decido andar un poco y luego trotar la bajada hacia Domínguez Florez. Allí estaría el pabellón con nuestras mochilas de recambio y a partir de ahí usaría los bastones de apoyo, para descargar un poco la fuerza sobre los brazos y descansar los pies. Pero llegar allí se estaba volviendo doloroso…

En el pabellón decido parar lo menos posible, solo cojo el frontal para la noche y la camiseta térmica, el resto lo dejo como está. No me cambio siquiera de ropa, creo que aguantará todo el trayecto. Al salir me encuentro con Guti y le pregunto si quiere que lo espere, me dice que no, que prefiere descansar un poco y salir con más calma, sin ir forzado al ritmo de otras personas, así que prosigo. Empieza la parte más dura.

Desde aquí todo es subir, y es donde se concentran los máximos desniveles, el talón cada vez molesta más y se hace más necesario el apoyo de los bastones. Primero subimos a Yeres, se hace sin problemas; luego al Campo de la Braña, donde el viento sopla con fuerza y se hace necesario ponerse la ropa de abrigo. Desde ahí los últimos diez kilómetros de una subida agónica hasta las Peñas de Ferradillo. El plan estaba claro, hay que llegar a la cima antes de que se haga de noche.

¡Conseguido! Cuando empiezo a descender al pueblo de Ferradillo, para el que faltarían otros 2 kms., me envuelve la noche. No sin que antes mande un mensaje de whatsapp a los más allegados -¡Está hecho!. Faltan 30 kms. para la meta y lo más duro ya pasó.- En la bajada, en la oscuridad escucho ruidos detrás de mi y me giro. Encuentro tres pares de ojos brillando en la oscuridad que se acercan con paso lento hacia mi. De estatura media y cabeza fuerte, es lo único que puedo entrever en sus siluetas. Trago saliva. ¿Mastines? ¿Lobos no creo, no tienen tanta complexión? Decido ir decidido hacia ellos, con el móvil en la mano, en algún lugar leí que los animales se asustaban con facilidad de los ruidos a los que no estaban acostumbrados y, como último recurso, me quedaban los bastones… Cuando, a escasos metros, la luz de mi frontal los pudo enfocar, comprobé que se trataba de tres becerros, que ante mi cercanía acabaron saliendo del camino. No sé si se acercaron por curiosidad o en busca de alguna mano que los alimentase (si es que estaban acostumbrados a ello), pero mi luz acabó asustándolos.

Los últimos kilómetros, ya menos tediosos, pasando por Villavieja, Santalla y Villalibre, donde nos esperaban sus vecinos para animarnos y darnos a probar el jabalí con patatas, o los chorizos, huevos, caldo, oreja y carne de cerdo… Tal como iba, harto de azúcar en los avituallamientos, se agradecía tanto los gesto de ánimo, como compartir con ellos su comida.

Un poco antes de llegar a Toral de Merayo, último avituallamiento antes de llegar a meta, escucho ruido detrás de mi. Era Guti, que me había dado alcance, así que continuamos el resto del trayecto juntos. En Toral de Merayo, nos tomamos el chocolate con calma, casi saboreando tanto la bebida como el hecho de que estábamos a un paso de meta.

Poco antes de llegar a meta, se junta con nosotros un asturiano, al que Guti había conocido kilómetros antes, y continuamos charlando animadamente, como quien no quiere la cosa hasta nuestra llegada a meta.

Tiempo empleado 19 horas 36 minutos. ¿El puesto? Ni idea, creo que vi algo de ciento cincuenta y pico de trescientos y algo en el ticket con el cual te grababan el tiempo en la medalla de finisher. Pero, que importa, en este tipo de pruebas lo que realmente prima es disfrutar, la camaradería y, sobre todo… ¡LLEGAR!